Dos
mecedoras de mimbre inmóviles;
hace
tiempo que nadie se siente en estas,
y su vista dolorosa es un sacrificio.
Objetos
y recuerdos
sobreviven
después de la huida
de
las voces amadas.
Aguantamos
lo indecible
como
las rocas
antes
de pisar la playa paradisíaca.
Sacrificamos
el
presente y su vena
ante
el pasado que glorificamos.
La
escapada al mar
está
aplazada hasta el cumplimiento
de
las prioridades.
Pero,
¿hasta cuándo guardaremos
los
caballos encerrados?
La
vida no desaparece nunca.
Parece
que Agnus Dei nos queda trágicamente bien.
Comments
Post a Comment