Cada uno tiene una creencia
y
se la lleva como la hierba
del
jardín en el bolsillo.
La
creencia nutre al país y un cuarto.
Tras
perderla, no hay confín;
las
nubes de la paz se despejan
en
nombre de la guerra, del desastre.
¿Cómo
se pierde la creencia?
Nos
perdemos a nosotros mismos
en
el presente del habla actual
a
costa del lenguaje estructural.
Ahora
los aplazamientos están prohibidos.
Entre
lo que iban a ser y lo que son
hay
un virus de cordialidad
tejiéndoles
la telaraña del sentido.
Es
traducible lo que solía ser tradición.
Ante
la gloria de la nación
no
se puede participar en gestos
ni
en movimientos globales.
Estamos
limitados en una celda ilógica.
Unos
gorriones mueren
como
si fueran funámbulos en llamas
sobre
las ramas de la libertad en crisis.
Los
crímenes matan a las conciencias.
Aún
peor, esos crímenes tienen fundamento;
son
crímenes de creencias perdidas
en
la costumbre de suprimir la razón del otro.
La
otredad no tiene techumbre ya.
Corto
el papel de mi bocadillo
para
guardar unos versos
y
eso es un gesto de paz bajo la luz.
Sigo
viviendo en paz leyendo noticias de terror.
Comments
Post a Comment