Todo se prepara
para que mi voz corra
de un círculo a otro
de los demonios.
La voz se esconde, la voz puede.
El sonómetro del corazón,
el mapa de la incertidumbre
y la que conoce mejor que yo
las aguas interminables
de la vida entre capas y suspensión
manda ahora que trabajo sin hablar.
La voz elige su camino y a sus interlocutores.
Tras salir de la puerta giratoria de cristal
a la calle de la tarde libre
la voz me dice que ya
he llegado a mi destino con el pelo suelto
como si fuera un enciclopedista descalzo
sobre páginas abiertas.
La voz tira los vanos ornamentos del ámbito laboral.
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