
A través de la obra de un escritor se puede -a lo mejor- lograr entender a él. En el caso de Harold Pinter (1930-2008), quien recibió el Nobel de la Literatura en el año 2005, se podría sostener que el autor londinense estuvo abierto al mundo para lo bueno y lo malo. De hecho, manejó su escritura de tal manera que sus espectadores pudieran destilar lo absurdo de su vida propia igual que suele suceder en el ámbito de la dramaturgia.
En lo concerniente a los Viejos tiempos -cuya
puesta en escena pude ver en el Teatro de la Abadía el 23 de marzo de 2025 y
gracias a muchas casualidades positivas del universo benefactor- tuvo lugar
ante nuestros ojos una versión de Pinter muy rica en contexto moderno, acción y
dirección sincronizadas en el límite de lo imposible, respetando el ambiente misterioso
de la obra, la atmósfera poética y real entrelazada y semejante a la memoria cortada
del ser humano.
Según la trama de los Viejos tiempos, la llegada
de Anna - Marta Belenguer – a la casa del campo de su amiga Kate - Mélida
Molina- y su marido Deeley – Ernesto Alterio – incita a la acción de tal manera
que la conversación se desarrolle místicamente entre dos niveles, uno de los cuales
es lo real a través de los ojos del pasado revisitado, reconquistado y representado
en este “aquí y ahora” mientras que el otro tiene que ver con lo imaginario, lo
que se esconde en la incertidumbre y la falta del puro racionalismo. Entonces por
un lado tenemos la presión real y por otro aquella sicológica.
Dadas las circunstancias, la traducción-versión de Pablo
Remón funcionó para que los matices de las posibilidades textuales se
expresaran polifacéticamente, desde la iluminación hasta la música
seleccionada. Más específicamente y como era de esperar, la incorporación de las
piezas musicales interpretadas desde un punto de vista escénico y atractivo
inconscientemente contribuyó a ese estilo “noir” de Pinter según el cual los
acordes con el mundo y las otras personas se pueden convertir muy fácilmente en
puntos débiles y desacordes, tierras contradictorias.
En cuanto a la vida común explorada en la obra de Pinter,
se nota que cada persona conlleva su soledad que a veces es un peligro contra
la felicidad compartida de una tal vida. Por otro lado, esa condición existencial
atestigua la verdad que cada ser humano es un cuadro vivo y capaz del todo. Los
caracteres de Pinter se autodestruyen para volver a ser ellos mismos. A través de
las cenizas nacen de nuevo, se inventan y se dirigen al rumbo de la vida para
poder consumir de nuevo, amarse y meterse en nuevos espacios de relaciones.
En la puesta en escena de los Viejos tiempos en el
Teatro de la Abadía, la dirección de Beatriz Argüello nos enfocó en
la parte oculta de la memoria, el silencio y aislamiento mientras que estamos
rodeados de un presente indescifrable. A propósito de esto, la mezcla de los
tiempos ineluctable nos pone ante la responsabilidad de aceptar la intervención
agresiva del hecho penoso para poder proyectarlo en una escala diferenciada de posibilidades.
No se trata de una falta de lógica sino de un modo único de decidir acerca de
las condiciones. Beatriz Argüello nos
presentó la historia del abatimiento profundo a través de un espejo limpio del
existencialismo.
Toda la escenografía de Carolina González nos trasladó al
campo londinense mientras que el reparto de los tres papeles era la combinación
ideal para esta obra. El equilibrio entre los tres cultos fabulosos - Marta
Belenguer, Mélida Molina y Ernesto Alterio-, las pausas y el movimiento bien
situados en el espíritu de Pinter nos convencieron de la necesidad de este
montaje hoy. Todo se hizo bajo una estética de detalles insuperable.
En conclusión, el eco de los Viejos tiempos es más
contemporáneo que nunca. Aunque se dedique la vida a la destrucción de la
autoridad establecida, llega un día en que el vivir bajo las nuevas condiciones
resulta insoportable. ¿Qué hay que hacer con esta imposibilidad de ser? Harold
Pinter a través de los ojos de este equipo teatral de Entrecajas Producciones yTeatro de La Abadía nos responde con una ambigüedad sagrada por ser teatral y
muy suya.
Enlace de texto en inglés
Sobre lo absurdo

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