Tres casas,
períodos distintos
y mezcla de lo que
soy.
Tres calles,
nombres distintos
y semiología
comparada.
La primera calle era de la
Historia,
de un almirante;
por aquel entonces la
aventura
estaba pendiente.
Sabía que me daba ganas de
explorar
la capital con ojos de
estudiante.
La segunda calle era de la
mitología,
de Esfinx.
Tenía que vivir el
enigma
de las emociones
observándolo sin que fuera
solo yo.
Yo era ya mi ciudad de
madurez
teniendo en cuenta esa
ciedad.
La tercera calle es de la
filosofía,
de los contrastes
asimilados.
Sigo cambiando turnos,
emociones y el orden de los
libros.
Ante aspectos matrices
estamos desprotegidos por la
razón
del otro, fuera y dentro de
nosotros.
Desde el enigma hasta el
diálogo
hay mucha agua;
el camino nos da vocablos de
Ítaca
caídos como hojas de
plátano
después de la lluvia
entrecortada.
La vida en la ciudad tiene
sentido
si pensamos en las
posibilidades
de los nombres de
herencia.
Comments
Post a Comment