LA TRAMA EN BREVE
La Historia de una escalera, -obra de Antonio
Buero Vallejo (1916-2000) dirigida por Helena Pimenta en el Teatro Español- se
refiere a la vida compuesta de unos vecinos que siguen compartiendo la misma
escalera conociéndose bien entre sí a lo largo del tiempo.
SOBRE LA ESCENOGRAFIA
En este montaje, la presencia de la escalera es
fundamental en cuanto a la interpretación y la acción dramática. Mientras que el
período histórico variado desde 1919 hasta 1949 está marcado por hechos distintos,
parece que la escalera de José Tomé y Marcos Carazo es el punto común de los
vecinos objetivamente, una imagen escénica y real a la vez, concreta, y llena
de carga simbólica.
Por otro lado, los pisos de la medianera posiblemente no dejan
espacio a la privacidad. Parece que cada vecino sabe del otro demasiado. La curiosidad
se confunde con el interés, lo cual se nota desde siempre, entre un tiempo
lejano y uno presente. Como si los pisos fueran jaulas subiendo la presión a
los inquilinos.
ANALIZANDO EL TITULO Y LA TRAMA
Más específicamente, a través de los resortes del
lenguaje, se considera la relación lingüística entre la escala -contrastes o
vértigo a gran escala-, la escalera y el escalofrío. Palabras que también sacan
a la luz nuestras emociones contradictorias al subir o bajar unos peldaños que
simbolizan ambos los años pasados adjuntos y el recorrido de las emociones.
Entre otras emociones destacan el desencanto después de
un amor fracasado, la vergüenza, el miedo y el odio. Aquí entra entonces la relación
con el futuro y su dependencia de la ley del dinero. En el campo del dolor y
del deseo, la economía del amor se dialoga con la del dinero. En esto, el valor
de la familia recita también un papel significativo de presión.
Parafraseando a Jean Paul Sartre, en vez de la “guerra”,
se podría mencionar la bolsa en la siguiente cita: “Cuando los ricos se hacen
la bolsa, son los pobres que mueren”. Pues, la escalera es un cardiograma del
deseo y del dolor colectivo en el ámbito de la vecindad explorada por Antonio
Buero Vallejo. A través de los peldaños se visualiza su texto neurótico donde
coexisten el drama y la alegría fugaz.
Además de esto, la escalera nos recuerda la continuidad
entre vida cotidiana, lucha y teatro en que el tiempo de la función sirve de
ayuda para que podamos reflexionar sobre la importancia de nuestras emociones
reprimidas o no. A propósito de las ideas expuestas en la obra de B.V., la reflexión
sentimental se centraliza en el sacrificio de la vida emocional en favor de los
bienes materiales.
No cabe duda que el autor de la obra se pone crítico ante
la obediencia cobrada. La obediencia es la muerte de la inocencia. Aunque el
texto es de otra época, la explotación de las personas desfavorecidas a lo
largo de la historia sigue existiendo hasta la fecha. La cuestión que surge es
una: ¿Dónde está la esperanza? Está en la generación nueva cuyos deseos hay que
respetar contra lo vano, insinúa B. Vallejo.
ANALIZANDO LA DRAMATIZACION
Si la trama fuera la de hoy, a lo mejor los ricos
hubieran cambiado de barrio. Pero, en la obra de Buero Vallejo eso no pasa. Aunque
sea fuente de dolor, los vecinos se quedan con su memoria, remordimientos y
recuerdos, en los mismos pisos. Lo que llama la atención en la trama es el
deseo por el castigo.
La centralidad del tema que debería ser la búsqueda de la
felicidad y se expone hacia el fin de la obra, a través de la repetición de las
mismas palabras por el enamorado joven Fernando de Juan Carlos Mesonero, me recuerda
el verso de Alejandra Pizarnik “La jaula se ha vuelto pájaro” Del Despertar.
Efectivamente, se abre posibilidad al contenido de la felicidad como idea
que se moldea, se modifica, se evoluciona diariamente y a lo largo del tiempo.
SOBRE LA DIRECCION
Más allá de complejos y del síndrome del director único, la
directora Helena Pimenta respetó ambos el texto y al autor ofreciéndonos una función
sólida obedeciendo al teatro de la palabra. No hay imágenes ni gestos superfluos
sino necesarios. Además, la dirección consiguió armonizar las energías de los
actores- y de las actrices- y contextualizarlas en el ámbito de hoy.
Más específicamente, el personaje de Generosa, la madre
en luto con el pelo recogido – Juana Cordero-, me hizo pensar simbólicamente en
la historia de la guerra, en España representada por su figura consumida. Su interpretación
era lo que necesitamos los espectadores. Una fuente de inspiración bien manejada
sin emocionalismos de la moda.
Sin embargo, todo el equipo se pudo mantener en la misma
línea de autocontrol. Si tuviera que mencionar algo, podría añadir que Urbano
de Agus Ruiz parece haber adoptado una postura de vida bohemia, aunque afectado
por el poder de los sindicatos. Por otro lado, Fernando de David Luque cree en
la fuerza de la personalidad, parece ser más solitario que los demás. Podría estar
más cerca al carácter del escritor. Y Carmina de Marta Poveda maneja muy bien
la ecuación entre amor abandonado y desamor oculto.
En una obra clásica en torno a su género es importante
poder traer algo nuevo hoy en día. La iluminación de José Manuel Guerra
funcionó con eficacia hacia ese objetivo, mientras que la caracterización de Moisés
Echevarría ayudó a los actores que interpretaran sus papeles en un espectro sociopolítico
y profundamente.
En conclusión, el bajar y subir de la escalera mide el ritmo
teatral. La Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo nos enseñó
que la esperanza y la vida se inventan si queremos ser libres. Y se delimitan
si no luchamos por nuestros deseos.
Comments
Post a Comment