Detrás de los visillos yace la calle.
No es grande sino particular
tras mezclar mis pasos
con los de los demás
en un diario callejero.
Desde mi casa miro la calle
que ahora se entrega en el silencio
de la siesta, después de la lluvia.
Nadie está, soy todos
los que se han ido ya a sus cobijos.
Aunque en casa me mira la calle
que me quiere comer igual que su presa,
necesita que le cuente algo
de mis escritos bajo construcción,
pero mi desnudez no me la compra.
He callado por las resonancias de esa calle.
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