No sé si la casa se puede considerar como un museo de recuerdos. Sin embargo, los objetos diarios que ya hemos seleccionado intentando evidenciar una cierta relación con los viajes cumplidos, los pasos y las huellas en el mundo, constituyen una atmósfera sentimental en la que el “yo” revive los instantes, vuelve a un cierto tiempo de su historia personal de la otredad y reconsidera hechos, acciones, gestos.
La vida compuesta de los objetos domésticos es un propio
cuento. Se filtra la emoción. A propósito de la emoción destilada, se ve en la imagen
mi bolígrafo con las palabras de Antonio Machado, “Hoy es siempre todavía”, fragmento
inicial de la cita “Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora. Y ahora,
ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo
hicimos, porque mañana es tarde. Ahora.”
Este boli me lo compré en la librería Elkar de San Sebastián.
Ya conocía la poesía de Machado y fue algo que quise hacer para memorizar el
momento. De alegría y más que eso, de la idea que el presente vale igual que el
agua. Hay que pensar en nuestra fortaleza. Se bebe de los sentimientos, de las
impresiones, de todo lo que no es nuestro sino de los otros. El universo enseña
sin palabras. Y la poesía las visualiza.
La hoja seca de la foto es de San Sebastián también, de
una calle sin nombre memorizado después de haber comprado el libro de Juan
Mayorga La lengua en pedazos. Mayorga
es otro autor al que leo a menudo y me inspiro. Además de esto, él recibió el
premio princesa de Asturias de las Letras 2022. Los títulos claro que son
publicidad, pero no hay títulos sin buena escritura, creo.
Y el tercer elemento de la foto, ese juguete de madera semejante
a una pequeña máquina fotográfica que establece la mirada calidoscópica es de
Lucca y de una tienda guapísima que vende juguetes para niños en el centro
histórico. Cada vez que surja un problema, tenemos que tratarlo a través de sus
dimensiones reales. Si hay que mirar más sobre esto, nos ayudaría cortarlo en
pedazos y compararlos a largo plazo. La mirada calidoscópica es polifacética y
hay que aplicarla también en los instantes divinos, mirando el mar, el verde
del jardín, los pájaros…
Entonces, ya se hizo un microrrelato con un bolígrafo,
una hoja y un juguete de madera. Y la frase es, podría ser, la siguiente, ahora
que la invento:
La hoja seca me dijo que le diera
un verso por escrito y mi mirada eterna y fugaz.
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